¡Cuán amables son tus moradas,
oh SEÑOR de los Ejércitos!
Mi alma anhela y aun desea
ardientemente los atrios del SEÑOR. Mi corazón y mi carne cantan con gozo al Dios vivo.
Hasta el pajarito halla una casa
y la golondrina un nido para sà donde poner sus polluelos cerca de tus altares,
oh SEÑOR de los Ejércitos,
¡Rey mÃo y Dios mÃo!
¡Bienaventurados los que habitan
en tu casa!
Continuamente te alabarán. Selah
¡Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas
y en cuyo corazón están tus caminos!
Cuando pasan por el valle de lágrimas lo convierten en manantial.
También la lluvia temprana lo cubre de bendición.
Irán de poder en poder
y verán a Dios en Sion.
Oh SEÑOR Dios de los Ejércitos, oye mi oración.
Escucha, oh Dios de Jacob. Selah
Mira, oh Dios, escudo nuestro; pon tu vista en el rostro de tu ungido.
Porque mejor es un dÃa en tus atrios que mil fuera de ellos.
Prefiero estar en el umbral de la casa de mi Dios
que habitar en moradas de impiedad.
Porque sol y escudo es
el SEÑOR Dios;
gracia y gloria dará el SEÑOR. No privará del bien
a los que andan en integridad.
Oh SEÑOR de los Ejércitos, ¡bienaventurado el hombre que confÃa en ti!
Salmo 84 (RVA 2015)